
Viajar en tren por Camerún desde Kumba a Mbanga. Mi relato ferroviario por lo más profundo del país.
Camerún. Nov. 2015
En el interior de Camerún, no muy lejos con la frontera con Nigeria, se encuentra la población de Kumba. Es un curioso rincón anglófono con pasado alemán dentro de la inmensidad de un país cuya lengua franca es el francés. Cosas de los acuerdos del reparto colonial que no voy a abordar ahora, pero que no deja de ser curioso.

Después de pasar un día deambulando por esta ciudad media de escasos atractivos para el viajero, quizás me quede el especial recuerdo de presenciar una curiosa convención cristiana, la visita de un colorido mercado y el subir hasta una iglesia de pasado alemán en lo alto de una colina. Era momento de buscar un aliciente para el dia siguiente y que iba a tener un carácter ferroviario. Viajar en tren por Camerún iba a se un experiencia fascinante para un amante del ferrocarril como un servidor.

Al día siguiente, decidí ir a la estación y pasearme en el tren que iba desde Kumba a Mbanga. Esta es una línea ferroviaria de ancho métrico de apenas 45 km de longitud que une estas dos poblaciones de Kumba y Mbanga y cuya su distancia por carretera se triplica. En Mbanga conecta con Douala pero el servicio es discontinuo. Esta es una de las tres líneas ferroviarias del país operadas por CAMRAIL junto a las líneas: Yaoundé-Douala y Douala -Ngaoundéré. Estas dos últimas de largo recorrido.

En esta línea ferroviaria es imposible que colisionen dos trenes. Es lo que los ferroviarios llamamos «en régimen lanzadera». Básicamente, consiste en que solo hay un tren que circula en el trayecto entre dos puntos y no hay ninguno más, y generalmente en vía única. Eso sí, no está exento de otros percances como descarrilamientos, colisiones con vehículos carreteros u obstáculos en la vía. En esto tipo de explotación los retrasos se van acumulando de un tren a otro.
Al llegar allí por la mañana sobre las 11, el Jefe de estación me dijo que venía con una hora de retraso de Mbanga, pero me invitó a pasar a su despacho de circulación. Se llamaba Roger y me enseñó sus útiles ferroviarios y me hablaba de cómo gestionaba la circulación. Algo tan básico como un teléfono móvil y un libro de telefonemas para apuntar la salida y llegadas.

Aunque quedaba tiempo, nos fuimos a almorzar a una cantina enfrente de la estación. En seguida apareció otro ferroviario de la compañía estatal Camrail que se apuntó al almuerzo. Fue un rato agradable comiendo una gran omelette con verduras, pan y un café.
Llegada ya la hora de aproximarse el tren, Roger me vendió el billete por 500CFA (0,72€), y con banderín en mano recibió el tren en el eje del andén como mandan los cánones. Un tren formado por una locomotora diésel Alsthom BB 1100 (dato para frikis del ferrocarril), dos coches de pasajeros de segunda clase y un vagón furgón cerrado para paquetería y mercancía de poca tara.
Como podéis observar en la foto no es precisamente el tren más largo del mundo, pero da un servicio importante a esta región de Camerún.

Tras hacer la maniobra y poner la locomotora en cabeza y sin más tiempo que perder, pitó y le dio la salida para Mbanga.
El tren iba lleno, pero no abarrotado. El único blanco era un servidor y por supuesto era el blanco de las miradas. La única foto que hice en el interior es esta que os ofrezco que no es de mucha calidad. No olvidaré un pasajero que había en el otro del pasillo con un sobrero blanco, y que en voz alta y extremada pasión recitaba pasajes de la Biblia.

El tren no pasaría de 50 km/h, y de la manera que cabeceaba el coche, daba la impresión que la vía carecía de mantenimiento. Sufría de desalineación y mala nivelación. A medida que el viaje iba avanzando, las escenas urbanas daban paso a paisajes muy cerrados entre campos de papayos cuyas ramas se entrometían en el gálibo del tren golpeándo sin cesar los testeros del mismo. Tras media hora de trayecto, el tren se detuvo como una hora en plena vía.

Algo pasaba en la locomotora que no pude conocer. Muchos pasajeros nos bajamos. Unos se encendían un cigarrillo de lo más normal como si esa avería estuviera establecida en el horario sin darle ninguna importancia. Otros y otras aprovechaban para usar los huecos entre papayos como WC, y un servidor a pasearse un rato por el entorno, pero no muy lejos por si de repente le daba por reanudar la marcha.

Al rato, viendo y oyendo a la gente subir por los estribos del tren me apresuré para subirme y sentarme nuevamente. Seguidamente, un silbido grave y largo daba la pista que el tren se iba a mover.
En lo que quedaba de viaje se me sentó a mi lado una chica gruesa y más bien desaliñada que iba con dos cestas tapadas con un trapo. No sé qué diablos llevaría, pero olía como a cañería. Pasó un vendedor a lo largo del pasillo con refrescos y la chica me instó a que le dejara (invitara) 500 CFA para pedirse un zumo de piña envasado.

Al poco, ya se veía que el tren que aminoraba la velocidad e iba entrando a Mbanga hasta detenerse.
Tenía intención de conocer algo de esta pequeña población, pero eran ya las 4 de la tarde. El tren siguiente para regresar a Kumba (que iba a ser el mismo) era a las 6 de la tarde según horario, pero con más de 3 horas acumuladas de retraso, calculaba que sería a la 9 de lanoche.
Decidí en dar una mínima vuelta por la estación mientras hacía la maniobra y regresarme al tren para volver a Kulma. El día se me había echado encima y la noche la quería evitar.

En el regreso a Kumba no hubo averías, pero si entraron en juego dos actores inesperados. Dos militares que no paraban de observarme. Hice con disimulo dos fotos desde la ventanilla, y me vieron. Era hombre muerto.
Traté de «portarme bien» y no hacer más fotos. Ya en Douala días antes me mordieron dos policías por hacer una foto a la catedral. Con la mosca detrás de la oreja, me quedé sentadito hasta que tras dos horas llegó el tren nuevamente a Kumba.

A la llegada, todos los viajeros bajaban por el lado derecho y los dos militares me hicieron una seña para que me esperara a salir el último. Se bajaron todos y me hicieron bajar por el lado contrario del tren al que bajó el resto del pasaje.
Una vez abajo, me sujetaron del brazo entre los dos y me condujeron al despacho del jefe de estación. Allí estaba Roger, y pensé: Este c….. está compinchado con estos. Me acordé de su madre y toda su descendencia y ascendencia, aunque no tuvieran culpa.
Pero la escena se desarrolló de otra manera. Vi en seguida que salió en mi defensa y les dijo que era amigo mío y que me dejaran en paz. Los militares me reclamaron el pasaporte y gritándome me hicieron borrar todas las fotos del móvil. Una a una. Ambos iban con una AK-47 que intimidaba al más pintado. Después pasó lo que estaba en el guion. También querían dinero ¿cómo no?
En medio de la discusión, Roger intermedió y susurrándome al oído me dijo: ¡dame 2000 CFA! ¡rápido!
Roger consiguió arrebatarle el pasaporte entre gritos y la tensa escena. Le dio los 2000 CFA y mientras me devolvía el pasaporte me dijo: ¡veté! ¡corre!
Salí cagando leches (con perdón), paré a la primera moto que pasaba, y le dije: Go! Go! y me dejó en el hotel del centro de la ciudad donde me hospedaba.
Fueron solo 2000 CFA, más otros 2000 que tenía en un billete entre las hojas del pasaporte, pero en ese momento lo único que pensaba era en mi vida y en mi gente.

De todos modos, son situaciones desagradables que los viajer@s y, en mayor medida los solitarios y que pisamos a menudo el continente africano, sufrimos con asiduidad. Muchas veces estas situaciones se solucionan con mucho tiento, y si la cosa acaba a cambio de dinero, que este sea el menor posible. Lo importante es salir airoso.
Una vez de vuelta a mi hotel, recuperé mis fotos eliminadas de la papelera del móvil, y mientras cenaba, recibí varias llamadas de Roger. No le respondí. No sé si hice bien o mal, pero en ese momento solo quería resetearme, echarme una cerveza y planear mi viaje a Kribi donde me dirigiría el día siguiente.

Os he contado mi experiencia puntual y personal de viajar en un tren por Camerún. En cualquier caso, pasado el tiempo las cosas se recuerdan de otra manera. Como en la mili, te quedas siempre con lo bueno y adquieres más aprendizaje para no cometer errores que te puedan dar una mala pasada en el futuro.
De hecho, África no sé qué tiene que siempre te vuelve a llamar y te toca el corazón para volver nuevamente. Viajar por el continente africano es eso también, un viaje a lo inesperado como este viaje en tren por el Camerún más profundo.
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By Carlos Martinez Ortolá
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