
Antes de llegar, no cesaba de ver sobre el horizonte numerosos caballos mecánicos extractores de petróleo.
No muy acompasados en el movimiento entre ellos, no cesaban de bombear petróleo, subiendo y bajando sus bielas cuyo contrapesos producían el efecto de cabezas de caballos moviéndose. Una imagen la verdad muy curiosa que me trasladaba 30 años atrás en un viaje que hice por la carretera de la costa cubana.
Mossoró no es una población excesivamente grande, no tiene una belleza que destelle mucha atracción para el turista, y las playas se encuentran muy alejadas del núcleo urbano. Aunque por lo que noté, si es bastante tranquila y con gente muy cálida con el foráneo.
Personalmente me gustó conocer de primera mano la historia de los cangaceiros a través del Memoria de la Resistencia. Un complejo histórico al aire libre en la Avenida Río Branco.
En esta región del noreste de Brasil era la que tenían mayor presencia. Por su aspecto recuerda a una mezcla entre Napoleón y Pancho Villa.
También entre sus violentas acciones estaba el cortar los hilos del telégrafo, asaltar trenes de viajeros y carga, las estaciones ferroviarias, e incendiar automóviles y camiones de aquella época.
Al mismo tiempo los coiteiros eran gente civil que les ayudaba con víveres y refugio además de proporcionarles información para protegerlos de la policía.
Lampiäo apoyado por su esposa María Bonita fue el cangaceiro más célebre de todos, y hoy en día han pasado ambos personajes a ser en cierto modo, parte del folclore del Estado de Río Grande del Norte.
A parte de este aspecto histórico, Mossoró es una agradable ciudad para pasear, con zonas verdes y no requiere la necesidad de usar transporte público. Dividida por el río Mossoró que la cruza, y algún edificio a destacar como la Catedral de Santa Lucía o el Teatro Municipal, para este raro viajero que les escribe, hay dos cosas indispensables y diferentes que no olvidará de su paso por Mossoró: La Churrasquería Gauchinha y el Cementerio de San Sebastian. La churrasquería de estilo rodicio, en la calle Bezerra Mendes, es de los pocos lugares en mi vida he comido la mejor carne, y hasta saltar los plomos. Un lugar muy popular, de gran ambiente y amabilidad. Lo más importante, a un precio muy asequible ¡Claro! no apto para veganos.
En cuanto el cementerio, lo encontré por casualidad. Os parecerá un tanto macabro, pero en este cementerio además de ver más gatos que familiares que visitan a sus difuntos, me quedé prendado con el refinado estilo de los panteones. Muchos de los difuntos fueron cangaceiros. Como muchos cementerios del mundo, visitar estos lugares por lo que desagradable que parezca, son parte de la identidad de un pueblo.
Seguramente me perdí muchos más lugares de Mossoró, pero valga como una introducción para que sea visitado más a fondo a todo aquel quién desee pasearse por el noreste de este gran país…
Prohibida la copia total o parcial de textos y/o fotografías sin consentimiento del autor, en cuyo caso vendrá citada la fuente.
Wawww!. No conozco nada de esa zona de Brasil. Lo que, si, me has hecho recordar es a los 'seringueiros' y 'garimpeiros' brasileños. En estos mismos momentos, estoy leyendo (voy por la página 200) el libro de Javier Moro "Senderos de libertad", y me está sorprendiendo positivamente. Te lo recomiendo, si no lo has leído, claro.
Me ha gustado ese Mossoró que describes. Ay, Brasil!. Qué rico es!.
Un abrazo.