Una vez escuché del escritor Arturo Pérez Reverte algo así como: «Invita a un tequila a alguien en una cantina y tendrás un amigo para toda la vida». No sé si tanto así, pero si encontrarás por un buen rato a alguien con quién platicar y socializar de manera muy profunda. El alcohol cuando entra en juego, la lengua se suelta más y la gente es más proclive a hablar. Una obviedad, en México y en la China.
En España, la cantina se relaciona más al bar de un cuartel militar o el de una estación ferroviaria. En México, el concepto es muy diferente. Más que un bar, es tradición y uno de los pocos reductos que aún quedan del México revolucionario.
No en vano en muchas de ellas, en la entrada mantienen el cartel «Prohibida la entrada a mujeres, curas y hombres uniformados», como si el tiempo se hubiera parado en aquella época. Otras variedades pueden ser incluyendo niños, boleros (limpiabotas), o hasta enfermos mentales.
Son muchas las que he visitado a lo largo de la República Mexicana y las visito para tomarme una cerveza en momentos de calor y de descanso. Mucho más informal que entrar en un restaurante donde seguramente te den una carta para que comas, y no está muy bien visto que solo te tomes una cerveza.
Suelen tener una entrada desapercibida, sin ventanas exteriores y visibles si solo pasas por delante de la puerta. La mayoría están ocupadas por hombres. México es un país machista. Hay que admitirlo.
Si bien es cierto que cada vez más se animan las mujeres a entrar tranquilamente solas o acompañadas de sus parejas, aún se tiene ese estigma de que una mujer en una cantina se relaciona a una prostituta, pero como digo afortunadamente esa idea va desapareciendo e incluso algunas son cantineras las que sirven detrás de la barra.
Son también lugares muy folclóricos en cuanto tienen su típica rockola para que eches una moneda y empiece a sonar la música. Generalmente música de la época revolucionaria, corridos y del estilo norteño. Antonio Aguilar, Vicente Fernández, Tigres del Norte y temas del gran José Alfredo Jiménez no estarán ausentes en esa rockola.
Esa imagen de mexicanos sombrerudos sobre la barra es tan previsible como cierta. Muchos toman y toman sin mesura. El cantinero conoce el límite de cada cliente para poderle cobrar. Caballitos de tequila, uno tras otro, pero también cervezas locales. Nada de cervezas internacionales. Ya sea en botellín o en caguama, que son la equivalente a las típicas litronas que se toman en España.
Por el color del suelo y su desgaste, puedes deducir como en los aros de un tronco, los años que tiene la cantina. Su baño o aseo, solo diseñado para hombres, es un mingitorio todo él. No hay mucha diferencia entre la zona donde se orina y dónde no. Hay algunos que es literalmente la pared de enfrente de la barra donde corre un continuo chorrillo de agua en un canal en la parte inferior y que apenas disimula el olor de orina. Muchas veces con una capa con bolas de alcanfor como las que se ponían en la ropa para las polillas.
Cuadros alusivos a la revolución, marcas de tequila, y cómo no, algunos posters de chicas con más bien poca ropa es lo que adornan sus paredes.
Detrás de la cantina, el cantinero. Seguro que no habrá escuchado ningún psicólogo del mundo más problemas de un paciente como los que escucha el cantinero de su cliente.
Hay una frase en México que dice: «a palabras de borracho, oídos de cantinero». Ninguna mejor para describir su faena diaria. Respaldado siempre por una vitrina detrás de una buena colección de tequilas, mezcales y muchas más bebidas espirituosas.
Seguramente si entras en una cantina, encontrarás la curiosidad por parte de cantinero y de sus clientes. «¿Quién será este?» «¿Qué vendrá a hacer aquí?». Pero no temas, es un lugar para socializar como muy pocos. Escucharás mil historias de braceros. Hombres que cruzaron al otro lado. Forma de referirse a su paso a EEUU, historias de éxitos y fracasos amorosos, y épocas doradas que nunca regresaron más. Muchas veces no entenderás nada por el vocabulario, y otras, por la deficiente vocalización por el alcohol.
En fin, si vas a México, no dudes nunca de entrar en una cantina. Las hay más o menos míticas. No os voy a recomendar ninguna en particular. Las hay en todos los lugares, y si no, preguntando te dirán de alguna.
No sé si encontraréis un amigo para toda la vida, pero seguro que aprenderás muchas historias. Historias y sueños que se diluyen poco a poco en cada trago de tequila…
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4 Comments
Interesante mundo el de las cantinas, eso sí, machista a más no poder, fiel reflejo de la sociedad mejicana, un país donde la violencia de género campa a sus anchas con cifras estremecedoras. Buena semblanza de lo que se cuece en las tabernas o cantinas. Un saludito,
Bueno, pues ya conozco algo más de ese mundo "de las cantinas". No me perderé el absorber sus esencias pronto. Ya te contaré. ¿Algún sitio que no me debería perder?. Un abrazo, Carlos.
Pues yo, a pesar de haber "vivido" en mi Mexico varia veces, nunca entre en una cantina…por aquello del machismo, la verdad. Pero me llamo la atencion una de Chihuahua, cerca del hotel Campanario, creo que en la calle Ocampo, en los bajos de un hotel indescriptible! Saludos
Interesante mundo el de las cantinas, eso sí, machista a más no poder, fiel reflejo de la sociedad mejicana, un país donde la violencia de género campa a sus anchas con cifras estremecedoras. Buena semblanza de lo que se cuece en las tabernas o cantinas. Un saludito,
Bueno, pues ya conozco algo más de ese mundo "de las cantinas". No me perderé el absorber sus esencias pronto. Ya te contaré.
¿Algún sitio que no me debería perder?.
Un abrazo, Carlos.
Pues yo, a pesar de haber "vivido" en mi Mexico varia veces, nunca entre en una cantina…por aquello del machismo, la verdad.
Pero me llamo la atencion una de Chihuahua, cerca del hotel Campanario, creo que en la calle Ocampo, en los bajos de un hotel indescriptible!
Saludos
Muchos saludos Igoa.
Así es
Gracias por tu comentario.
Precisamente en ese hotel de Chihuahua es donde me hospedo cuando voy.
Saludos 🙂