LA CASA DE ADOBE. Un rincón de la Revolución Mexicana

La historia viva de la Revolución Mexicana en Ciudad Juarez

  

México, Diciembre 2011 

La Casa de Adobe

Apenas sobrepasados los 100 años de la Revolución Mexicana, una de las etapas históricas más interesantes de este país norteamericano, la reconstrucción de la Casa de Adobe fue uno de los hitos culturales más notables de esta  ciudad fronteriza.

Si hay una persona que conoce de primera mano este interesante proyecto, su historia, anécdotas y los entresijos de primera mano que acaecieron en este lugar tan simbólico de la  Revolución, es sin duda el historiador Don Alfredo Figueroa.

A Don Alfredo, que tuve la dicha de conocer en el antiguo Palacio de Gobierno de Ciudad Juarez, me invitó a conocerla, y tuvo la generosidad de llevarme en su coche hasta el lugar.

Hay que decir que la Casa de Adobe está en un lugar bastante alejado de la ciudad como para ir en transporte urbano.

Interior de la Casa de Adobe con muebles rústicos.

De camino en su coche pasamos por un monumento llamado «el cigarro», por ser un gran cilindro de cemento tan parecido a un cigarrillo, y tras atravesar por un polvoriento camino de tierra que bordea el río Bravo, llegamos a la Casa de Adobe.

No es éste un blog para detallar en profundidad temas históricos, pero para entender un poco el significado simbólico de este lugar, es recomendable primero visitar el Museo de la Revolución Mexicana que se encuentra en el centro de la ciudad, y conocer un poco más de este proceso histórico que se dio en esta zona fronteriza de la República Mexicana.

Esta Casa de Adobe es un habitáculo fielmente reconstruido con bloques de adobe donde Francisco Ignacio Madero estableció su gabinete de gobierno tras proclamarse Presidente después de que el dictador Porfirio Díaz se viera obligado a huir a Francia después de 31 años de autoritarismo. 

Francisco I. Madero es un personaje muy importante en la historia mexicana, a pesar de no ser muy conocido en España, eclipsado por otros personajes de tanta popularidad como Emiliano Zapata y en especial Pancho Villa. 

 Madero con su escolta Máximo Castillo.

En su preocupación por las condiciones de vida del pueblo llano, le hizo ingresar en política para implantar nuevas ideas más democráticas y de reforma social.

Opositor de la dictadura de Porfirio Díaz, acabó encarcelado, y tras fugarse se fue a Texas donde organizó la Revolución Mexicana en 1910. 
Precisamente esta Casa de Adobe sirvió de cuartel general o de Palacio Nacional provisional, para que Francisco I. Madero llevara las riendas del país junto con los miembros de su elegido gobierno desde abril hasta Mayo de 2011.
Según me comentaba el historiador Don Alfredo, se da la anécdota simpática que los americanos en aquella época le llamaban la «Casa Gris» en contraposición a la «Casa Blanca» de Washington.
 

En esta casa se establecieron muchas reuniones que desencadenaría en la toma de Ciudad Juarez y el éxito de la revolución maderista.

Una vez Don Alfredo abrió la puerta de la casa, se descubrió ante mis ojos un sinfín de objetos originales antiguos, que en un momento me transportó a aquellos tiempos de la Revolución.
Habitación típica de la época de la Revolución.

Utensilios de cocina muy comunes, y que incluso hoy en día todavía se utiliza en muchas casas de la República como metates, que son como unas piedras planas talladas de origen volcánico para moler, también molcajetes o morteros del mismo material, y tortilleras para prensar las tortillas de maíz.

Otros objetos interesantes: hieleras de la época, molinillos para moler el grano y hasta un decantador de piedra para purificar el agua.
No pueden faltar los cuadros de color sepia de motivos revolucionarios, donde Francisco I. Madero toma especial protagonismo, y en algunas fotos con su inseparable escolta Máximo Castillo.
 
Mobiliario rústico de la época, un telefono como el que usaba Madero, quinqués, sombreros de ala ancha, chaparreras y demás complementos para el atavío común de aquella época están muy presentes en la casa museo. Fuera de la misma, un carro traído del estado Zacatecas, y el busto de Don Francisco I. Madero.
 
Con el historiador, el Lic. Alfredo Figueroa.

Hay que destacar que la Casa de Adobe está en un lugar que a lo largo del tiempo ha sufrido mucho de inundaciones y que incluso el cauce del río Bravo que delimita ambos países cambio su curso provocando disputas territoriales. 
Hay incluso una comisión llamada Comisión Internacional de Límites y Aguas que se creó entre ambos países para esclarecer estos temas de delimitación, presas y también ambientales concernientes al río Bravo y cuyos miembros disponen de pasaporte diplomático para pasar libremente ambas fronteras.

La Casa de Adobe incluso tuvo que obtener el permiso de esta comisión para su reconstrucción y ubicación. 
 
Un obelisco que delimita la línea fronteriza entre México y Los Estados Unidos de América, y a su vez una piedra donde convergen los estados de Texas, Nuevo México y el mexicano de Chihuahua nos recuerda la posición estratégica del lugar. La constante vigilancia de la patrulla fronteriza estadounidense, que ante cualquier paso adelante por parte de este viajero hacia su territorio, se convertía en una advertencia inmediata con el claxon.
Vista de la presa y el tren en lado estadounidense.

No es éste un lugar donde hayan atracciones anexas al más estilo americano, como tiendas, restaurantes, etc. Francamente ni lo necesita, ni creo que se deba de permitir con el fín de mantener lo más fielmente posible este peculiar escenario testigo de una de las páginas más relevantes de la historia de este país norteamericano.

Permítase el viajero una vez visitada la Casa de Adobe, disfrutar del silencio del lugar, contemplar unas de las chimeneas más altas del mundo perteneciente a la antigua fundidora ASARCO, de la presa, y también de la peregrinada cruz situada en uno de los cerros. 

Si se da la casualidad, y para los amantes de los ferrocarriles, no habrá mejor manera de romperse el silencio, que el observar el lento paso del interminable tren de la Union Pacific con decenas y decenas de tolvas y contenedores arrastradas por varias máquinas acopladas.

Un poco de antecedentes 
 
Instalado unos días en esta ciudad fronteriza del norte mexicano, decidí asomarme por el Palacio de Gobierno de la ciudad. Es muy raro que visite una ciudad mexicana y no me deje caer por el Palacio de Gobierno, el equivalente al Ayuntamiento en España.
 
Los murales con continuas alusiones a la historia mexicana es un arte que siempre me fascinó.
 
En los Palacios de Gobierno es donde más se da este tipo de arte y normalmente se pueden disfrutar normalmente de manera gratuita.
En esta ocasión visité el antiguo Palacio de Gobierno de Ciudad Juarez, muy fácil de detectar por el color rojizo oscuro de los bloques de piedra de Tezontle que suelen cubrir las fachadas de estos edificios en la República Mexicana.
En la sala de juntas del Palacio de Gobierno de Cd. Juarez.

La chica policía que custodiaba la entrada muy amablemente me mostró el interior del mismo.

A diferencia de otros Palacios de Gobierno, no encontré gran cosa en cuanto a murales, pero si el calor de la personas que trabajan allí, entre ellos el cónsul de España, el Lic. Antonio Ruiz.

Un santanderino cuya familia se exilió tras la guerra civil como tantos españoles en aquella época y que me ofreció sus servicios para cualquier problema. A pesar de que Don Antonio haya pasado casi su vida en Ciudad Juarez, no se le notaba haber perdido mucho su acento cántabro.

También conocí al Director de Cultura, el Profesor Teodoro Montes, que me mostró el estudio donde se sentaba el que para muchos ha sido el patriarca de la República Mexicana, también llamado el «Benemérito de la Américas» , me refiero a Don Benito Juarez, y que dio nombre a la ciudad. 
Don Teodoro me comentaba con inquietud: 
 –«es que Carlos, Ciudad Juarez, una ciudad con más de 1´3 millones de habitantes no puede tener apenas 3 ó 4 museos». 
 
Seguidamente me invitó al salón de juntas anexo al estudio de Don Benito Juarez. La Navidad se acercaba y un grupo de voluntarios estaba organizando las posadas navideñas donde muy calurosamente me recibieron, y hasta una pastel de tres leches y café me ofrecieron.
 
Sinceramente, me sentí muy a gusto, pues este humilde viajero sólo fue a ver el Palacio de Gobierno y no esperaba tan buen recibimiento.
Para terminar Don Teodoro me presentó al Licenciado Don Alfredo Figueroa quien me dijo: 
-«ya que está en Ciudad Juarez, ¿por qué no visita la Casa de Adobe?».
La verdad es que no sabía de la existencia de esta casa-museo, nunca había escuchado nada de ella, pero la curiosidad del viajero nunca puede desatender este tipo de ofrecimientos:
-«Por supuesto que si, Don Alfredo….»

«Muchas gracias Don Alfredo por hacerme revivir con su sabiduría parte de la historía de este gran país….»

 

 
 

3 Comments

  1. No te voy a decir nada del toque histórico, en completa mixtura con tu personal experiencia, porque es muy bueno. Interesante y ameno tu 'post' de hoy.
    Me gustó [siempre se fija uno en lo más nimio pero, para mí, importante] la palabra "molcajetes". ¡Genial!.
    ¡Ganas tengo de visitar México!.Ándale, ándale.
    Un abrazo, viajero.

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