HA TIEN. El extremo occidental de Vietnam

 
 Vietnam. Hai Tien. Marzo 2015
 
Si miramos en un mapa la alargada costa de Vietnam, encontraremos un pueblo que despide el país a muy poca distancia de Camboya.
Hai Tien, a primera vista parece un pueblo de paso, nadie se apea, a no ser que vaya a coger un ferry a la isla de Phu Quoc, la cual que tiene cierto atractivo turístico.
A este servidor algo le latió del pueblo en su camino a Can Tho, que decidió bajarse del bus y pasar el par de días del fin de semana.
  
 

 

A veces cuando se toman este tipo de decisiones no planeadas se falla, pero esta vez creo que fue un acierto de pleno.

 

Hai Tien básicamente tiene una larga avenida central flanqueada por algunos hoteles familiares,  comercios y restaurantes que divide la ciudad en dos partes cuyo lado que da al mar es bastante atractiva.
Un colorido mercado de verduras y pescado por el día, y junto a él, otro nocturno no menos animado hacen de esta ciudad un entretenido paseo. Quizás porque me coincidió en fin de semana, pero había muchas familias cenado al aire libre fuera de los restaurantes locales. Los menús a un precio muy asequible y relacionado con productos frescos del mar.
 

 
Al final de la avenida en su otro extremo, y cruzando el Río Son Giang ya en su desembocadura, no cambia su animación pero ahora con barcas locales de pescadores junto a un paseo ajardinado.
Por pocos dongs te puedes dar un espectacular paseo con alguno de los pescadores que te lleva por manglares y barrios de gente que vive junto a los canales. Por cierto vi uno de los atardeceres más bellos que había visto hasta entonces.
 

 

Hai Tien tiene varias playas donde acude gente local. Todas accesibles en mototaxi por poco dinero. Yo opté por la Playa Mui Nai.

 
La playa no era espectacular. No tendría nunca una bandera azul de esas que da La Unión Europea, pero para mí fue una de las mejores experiencias viajeras que viví por el Sudeste Asiático. Muchas familias y grupos amigos sentados en una vereda paralela a la arena comiendo, bebiendo y sobre todo riendo. Cada cinco metros habría una familia, y desde temprano.
A medida que iba caminado iba preguntando en mi inglés apuntando con el dedo: «¿qué es lo que coméis?, ¿qué celebráis?, ¿qué es eso que bebéis?»    
 
 

No sé si me entendían. Quizá ser el único occidental que había, llamó la atención a los locales, que en seguida me decían en su idioma cosas que no entendía tampoco, pero con los gestos  cualquiera podría saber que se trataba de una invitación a que me sentara con ellos. Hay gestos, sonrisas y expresiones que son universales para todos los humanos y que sabes que salen del corazón.
Fueron como ocho familias con las que compartí momentos mágicos. La frase que más recuerdo fue algo así como: «Mot Cad Nai Jó» cada vez que brindamos con una cerveza o un raro licor que no llegué a saber de qué hierba procedía. Imagino que la frase sería el equivalente a: «Salud», «por nosotros» o como decimos en Valencia «salut i força al canut».
 

 
 Puercos enteros asados, cangrejos, gambas, langostinos, y cerveza, demasiada  para lo que acostumbra este viajero. Todo un ofrecimiento sin nada a cambio que valoraré toda la vida de aquella gente.
Para bajar los efectos del alcohol, un baño en la playa con ellos y una despedida con los brazos cruzados sobre mi corazón era lo que salió como agradecimiento.
Después, cuando la tarde iba cayendo era momento de tomar otra mototaxi para volver a Hai Tien.
 

 

Pasé la noche en el Hotel Du Hung donde me hospedaba, y a la mañana siguiente era ya momento de coger la mochila y continuar mi viaje por más Vietnam. El otro extremo del país estaba muy y muy lejos, y muchas más experiencias me estaban esperando…

By Carlos Martinez
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