
Astaná, Kazajistán. Agosto 2016
Astaná a pocos les sonaba cuando comentaba a amigos y compañeros de trabajo sobre los lugares donde estuve el pasado verano. Es tan desconocida como el país del cual es capital. Inspiraría a cualquier jurado de un concurso de misses para una de esas preguntas rebuscadas: «¿Cuál es la capital de Kazajistán?»
Geográficamente Astaná está también muy poco favorecida. Muy alejada de las zonas donde algunos viajeros son atraídos para recorrer la antigua ruta de la seda. Hay que recordar también la superficie del país, el noveno del mundo en extensión.
Pero Astaná es como Teruel, ¡existe! y por eso voy a comentar algo de ella en este post.
Después de haber visitado ciudades anteriormente como Dubái, Abu Dabi, o Doha, pensaba que no habría muchos más lugares de ese estilo fuera de esa zona del Golfo Pérsico.
Como en esas ciudades del Golfo Pérsico que menciono, en Astaná hay una misma causa que hace aflorar extravagancia mires por donde mires: El
petróleo, cuyo poder económico que genera se traduce en arquitectura modernista con diseños con la firma de los más prestigiosos arquitectos del mundo, de edificios de formas inimaginables, avenidas y parques extremadamente cuidados de coloridas flores, y además con sus ciudadanos que visten con una exquisita
elegancia en sintonía con la de su ciudad.
Un gran decorado, una monstruosa maqueta que a un servidor lo dejó atónito a primera vista.
Desde el gran ventanal del piso 41 donde se alzaba mi habitación, no me cansaba del entretenimiento de ver luces de todas las tonalidades y efectos que salían de cada icono arquitectónico de la ciudad, de puentes, mezquitas, rascacielos y edificios de tiendas departamentales.
Cabe decir que Astaná va a acoger este mismo año la Expo 2017 y como lema «El futuro de la energía». Curioso, tomando en cuenta que su base energética se basa en el centrales térmicas y nucleares. Pero bueno es empezar con esa puesta en escena de intenciones para cambiar esa tendencia, y más contando con tan alta irradiación solar de que dispone el país.
Quizás esta Expo que organizan sea un buen motivo para que la sitúe más a la ciudad en el mapa mundial y quizás esta la estructura modernista haya influido a ser la organizadora.
Todo mi interés en esta ciudad empezó al leer un libro que me dieron en un Fitur desde el stand de Kazajistán y aprovechando el estímulo de la exención de visado para europeos de manera experimental por dos años.
Ciudad caminable para ver los iconos más importantes como la Torre Bayterek donde se puede subir con ascensor y divisar una panorámica de la ciudad, si la claridad del cielo lo permite. El Palacio de Conciertos que parece su cubierta a enormes pétalos verdes de cristal, el Palacio de la Paz y Reconciliación en forma de una pirámide gigante, el Palacio de la Presidencia y su gran plaza donde se localiza, y muchos más por donde mirés. Sobre todo y lo que más llamó la atención fue la Mezquita Nur Astaná, que después de la Sheikh Zayed en Abu Dabi, es la mezquita moderna que más me ha gustado del mundo.
Dichas estas excelencias de Astaná, como no soy viajero de entretenerme con este tipo de ciudades más allá del tiempo que merece, y en busca de ver cosas más «naturales», cogí un autobús urbano sin saber dónde iba y sin rumbo determinado. A medida que se iba alejando de este gran decorado urbano, ya me di cuenta que todo ese glamour se iba perdiendo. Avenidas más normales y congestionadas, pero con la ventaja de poder comer en restaurantes asequibles, presencia de tiendas de frutas y de ultramarinos, un gran mercado central como cualquier otro para la venta de carnes, verduras, etc. y algún edificio religioso de naturaleza ortodoxo que me encantó como la Catedral de la Asunción.
Mucho más hacia las afueras se veía ya edificios de pasado soviético, y muy deteriorados. Carreteras mal asfaltadas, acequias malolientes y basura tirada por las cunetas. Era la otra cara de la capital que nadie ve o no interesa ser mostrada, pero que también hay que comentar.
Si os gusta comer, en Astaná os cometo que encontraréis unos buenos lugares para probar la comida kazaja. Ojo, puede no ser de agrado para muchos que no les guste la carne de caballo como el Besbarmak y que se come con los dedos o el Kazy. Pero para golosos también hay buenas opciones culinarias como los Baursaks que se toma en ocasiones especiales que recuerda al sabor de los buñuelos.
En resumen, Astaná aun siendo una ciudad desangelada, como sin alma. Una ciudad casi reinventada para ser capital de este gran país, sí merece una visita por breve que sea. Al menos dejará a más de uno boquiabierto, y para un servidor, el colorido de las flores de sus cuidados e inmensos jardines no le pasará al olvido fácilmente…
By Carlos Martinez
Prohibida la copia total o parcial de textos y/o fotografías sin consentimiento del autor, en cuyo caso vendrá citada la fuente.
Pues que quieres que te diga, Carlos. Con lo que dices y con lo que ya había oído, y también leído, sobre esta ciudad 'poquitas' ganas me entran para ir. No sé, no sé.
Si sobrara el tiempo y, en especial, el dinero (que no), tal vez.
Un abrazo.
Hola Carlos,tuve la suerte de estar en la presentación de la Expo 2017,en esta grande y extensa ciudad.
Los esdificios modernos para quien le guste el arte y la arquitectura son muy interesantes,aunque Almaty la ciudad que había sido la capital,tan solo ocho años antes,me parece más linda,humana y encantadora,toda una confitura,por sus plazas ajardinadas,su música clásica,sus buenos cafes,su vida nocturna,etc.
Astana me parecio más fria en los dos aspectos,en lo humano,y en lo climatologico,pero me parece que es interesante verla,al menos yo la disfruté.
Si, a mi me pareció exactamente como dices. Merece la pena.