
La Guajira, en el extremo oriental del Caribe colombiano, esconde sorprendentes rincones para disfrutar de la naturaleza. El Santuario de Flora y Fauna Los Flamencos es una buena muestra. Si vienes a Camarones lo comprobarás…
En el extremo oriental del Norte de Colombia, ya pegado a Venezuela, tenemos uno de los Departamentos más bellos de Colombia. Una península de rica biodiversidad y un ecosistema variado de desiertos, frondosos bosques e interminables playas de arenas doradas. Así es la Guajira, y que engrandece más si cabe este gran paraíso natural que es Colombia.
Si llegáis a este Departamento, posiblemente lo hagáis a través de la caliente frontera venezolana por Paraguachón, desde Santa Marta al Oeste, o como yo lo hice, desde el interior subiendo desde Valledupar, la capital del Departamento de El Cesar.
Riohacha es la capital, la ciudad más grande, y puede ser vuestro centro de maniobras para moveros por la península. ¿Os gusta la naturaleza? Apuntaros dos zonas para visitar. El Parque Nacional Natural Macuira y el Santuario de Fauna y Flora Los Flamencos. En este santuario me voy a centrar, y en especial en un pueblito llamado Camarones y que os puede dar una pista del porqué de su nombre.

Ya había visto gran parte de Riohacha. Una ciudad costera, tranquila comparada con otras del caribe colombiano, de extraordinarios atardeceres y plácidos paseos por su animado malecón. Era hora de conocer algo más. Me dirigí al Mercado Viejo y tomé un taxi colectivo para ir hasta Camarones. Había que esperar, primero a que hubiera un taxi, y luego a que completáramos con más pasajeros que fueran hasta allí.. Pero entre espera y espera, era buena ocasión para conocer el mercado. No muy diferente a cualquier otro de la costa. Bullicioso, algo desorganizado y un tanto sucio, pero ideal para conocer de primera mano el día a día de la gente.

Por fín se llenó el taxi. 3000 pesos (0.90€). El trayecto a unos 25 km se hizo rápido pero todo el mundo se bajó en Camarones pueblo. Yo quería continuar hasta la Boca de Camarones que es donde comienza el Santuario de Flamencos y tuve que continuar desde allí en un mototaxi.
Al llegar, sobre las 9 AM, observé unas cuantas palapas. Así les llaman en México y Filipinas pero no sé como les llamen en Colombia. Los típicos restaurantes montados con techos de hojas de palma seca y soportes de madera junto a la playa. No era mi hora de cerveza y sí de café. La buena señora del restaurante donde me senté me preparó un tinto, que para los que no hayáis ido a Colombia todavía, no se trata de un vino, sino un café solo.

Pero vine a lo que vine…Tras preguntar a la señora si conocía a algún barquero que me llevará por el Santuario, no tardó mucho en venir uno. Se trataba de Carlos, como yo, y acordamos un precio de 50.000 pesos (9 €). Teniendo en cuenta que iba yo solo, me parecía un precio razonable, y por dos horas por la bahía donde están los flamencos, no creí conveniente ni regatear. Es más, le dí algo más cuando se terminó.
Hay que decir que las barcas a motor están prohibidas y para navegar solo se puede hacer con vela o «perchando». No sé como se conoce en español esa técnica de navegar. Perchar le llamamos en la Albufera de Valencia a la técnica por la cual se navega impulsándose con un palo largo que al apoyarse en el fondo, hace palanca y se produce el movimiento. Claro, no deben ser aguas profundas para navegar así. De ese modo se evita el ruido del motor que ahuyenta a las aves.

No sé si sería por la hora, pero no había nadie más por la zona. Era momento de subirse a esta embarcación. Como veis en la foto, muy simple y esa vela rojinegra desplegada dispuesta a surcar además del remo. Como podéis imaginar, se trata más de una ciénaga que de un lago. Me decía Carlos que coincidí en la temporada con más agua. De diciembre a febrero, y también de más llegada de flamencos que en su ruta migratoria natural, proceden de la isla venezolana de Margarita. En otras épocas, se podría incluso caminar para ver los flamencos. La profundidad podrá ser de medio metro como mucho, y tras media hora en que Carlos caminaba sobre el lodo empujando la barca y otras en las que iba perchando, se iba divisando una nube rosada que se confundía en el horizonte. Los graznidos de las patilargas aves se hacían más y más escandalosos. No parecían muy tímidas pues no levantaban el vuelo a medida que nos acercábamos. Era momento de deleitarse con la naturaleza. Sobre todo el disfrutar que estás solo ante ellas y en ese enclave natural.
Nos regresamos a la orilla poco a poco. Los graznidos se dejaban de escuchar cada vez más.
Mi visita a este parque natural había llegado a su fin, pero no el lugar. Se veía de lejos en una playa cercana con hombres lanzando redes si parar y recogiéndolas después.
La curiosidad me llevó a caminar hacia allí y deduje rápidamente el porqué del nombre del lugar. No podía llamarse mejor que «Camarones». Era un placer visual cómo sacaban estos crustáceos de la playa con atarrayas que son esas redes circulares lanzadas y desplegadas al viento. Nunca había visto este arte de pesca en vivo.

Después de un rato por allí deleitándome con los camaroneros, ya sí era momento de una cerveza. Volví de nuevo al restaurante de la mañana y con una Águila fría acompañada de un ceviche acabé la mañana en la Boca de Camarones. Me reencontré de nuevo con Carlos, el barquero que me llevó a ver los flamencos y nos la echamos juntos.
Aunque este blog no acepta publicidad no significa que no me dé la licencia de corresponder mi gratitud con la gente local como Carlos, que me enseñó con amabilidad y dedicación el Santuario de flamencos. Aquí os dejo su nombre y teléfono por si alguna vez llegáis hasta aquí: Carlos López +57 300 7646133.

Espero que os haya inspirado con esta presentación el acercaros hasta aquí en vuestro próximo viaje a Colombia. Un poco alejado de los lugares que se suelen visitar pero no por ello menos interesante…
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Seguro, amigo Carlos, que el próximo viaje a Colombia (espero no demorarme mucho) visitaré esta zona que en los tiempos en que yo viajé a este país, no visité. Con tus palabras has convertido en sitio en atractivo, y eso ya es mucho.
¡Me encantan los moto-taxi!!. Además de relativamente baratos, te dan mucha autonomía cuando viajas solo por los países ¿a que sí?. Son una bendición cuando los encuentras.
¡Cuantos lugares hermosos tiene Colombia!. De verdad, Carlos, que me has despertado las ganas de visitarla de nuevo.
Un abrazo, campeón.
Asi es . Muchas gracias. Un saludo