
Larga e interminable, sí… pero tambíen un cóctel de vida, color y alegría. Así es el lugar de esparcimiento de la floreciente clase media de Bangladés…
Bangladesh. Cox’s Bazar. Marzo 2014
El caso es que tomé un autobús desde Bandarbán y en casi cinco horas me planté ya de noche en este lugar del sur de Bangladés.
Me sorprendió ver un lugar de tanta infraestructura turística No acababa de ubicar desde mi suposición previa, encontrar tantos hoteles a lo largo de una ruidosa y estrecha avenida paralela a la playa.
Llegar en fin de semana ayudó bastante a respirar un poco el ambiente de este pequeño Benidorm de Bangladesh.
Un turismo totalmente nacional concentrado en la estrecha franja de la clase media de este país. Muchas familias y grupos de jóvenes que llenan autobuses procedentes de Dhaka y Chittagong, que como en peregrinación, llegan tras muchas horas sentados hasta aquí.
Ya por la mañana, era momento de acercarse a la playa.
Una playa de arena dorada al inicio y que se va ennegreciendo a medida que encuentra la orilla. Hasta ahí todo normal.
¿Pero por qué me encantó esta playa? ¿Qué tenía de especial?
Felicidad, sí. mucha felicidad de la gente. Veía rostros muy felices.
Eso es Cox’s Bazar.
Mujeres con sus sharees de colores vivos, cuyos reflejos con los charcos de la arena, dejaba imágenes que hasta mi paisano y genio Joaquín Sorolla, se hubiera inspirado para sus típicas pinturas de la Playa de la Malvarrosa.
En los treinta metros de orilla donde la última ola besa la arena, un baño de multitud de gente descalza y con el único entretenimiento de gozar el agua que les llega a los pies. Pocos bañistas son los que se meten más allá de la barriga y los pocos que lo hacen, vestidos sin importar mojarse la ropa.
La venta ambulante de té, pescaditos fritos con chile y limón servidos en cucuruchos de papel de periódico y algún fotógrafo que ponía su caballo pony como reclamo para una foto de las de clásicas Polaroid. Si, esas de revelado instantáneo. Esos eran los pocos «bisnes» presentes.
Trás dos horas caminando a lo largo de la orilla. Muchos ratos para socializar y conocer la calidez del bangladesí, era momento de buscar un autobús y seguir mi camino hacia Chittagong.
By Carlos Martinez©
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Bueno, un hecho anecdótico, pero que es una vivencia más. Me ha gustado 'tu playa' de vestidos multicolores. Mi recuerdo (algo parecido) sería la playa de Kovalam, en India Sur, donde me vienen a la mente esos baños con el 'shari' de interminables colores. La próxima vez que vaya por la zona prometo incluir Bangladesh entre mis visitas, o le dedico un solo viaje. Ya lo veré.
Un abrazo, Carlos [Te agradezco también tus visitas; la última, con gran detalle].
Una playa muy colorida y entretenida, seguro que su visita mereció la pena, me encantan los colores de los vestidos de las mujeres, aparte que son superelegantes. No conocía este rincón del planeta, gracias por acercármelo. Un saludito 🙂