SANKHU. El sosiego newari del Valle de Katmandú.

A dos horas de la capital del Nepal, encontramos  Sankhu, el pueblo que mejor evoca la cultura newari, un remanso de paz y espiritualidad, y muy alejado de turismo masivo…
 
 

  Nepal. Marzo 2014

Quizás Sankhu no esté entre el top ten de lugares para visitar del Valle de Katmandú. Puede que no contenga el glamour y monumentalidad de Bhaktapur o Patan, pero para mí visitar este pueblo puede colmar en gran medida lo que busca el viajero que se encuentre en la capital nepalí y desee visitar en un día un lugar natural, único, tradicional y alejado del turismo masificado.
 

Tras dos horas en un entretenido bus local se llega a este pueblecito del Valle de Katmandú. Una gran puerta de mampostería frente al descampado donde llega el bus, es lo que nos encontramos a primera vista. Sólo hay que caminar un poco por la calle de la entrada para darse un idea general de lo que se trata este bello pueblo newari que en su día fue uno de los más importantes de la región en la ruta comercial entre Katmandú y el Tíbet. Los hombres con su típico gorro topi sentados sobre las aceras, mujeres tejiendo fuera de sus casas entre pausadas conversaciones y gallinas correteando por las calles son escenas típicas de la vida de localidad. Por supuesto que a diferencia de muchos otros lugares de Nepal que te cobran, y no poco, por visitar lugares que están al aire libre, aquí en Sankhu está todo disponible para visitar. 

Hay pequeñas pagodas budistas, y monumentos religiosos con deidades hindúes. Lugares de culto dispersos por todo el pueblo que dan un aspecto de tranquilidad, sosiego, que atrapa al viajero y lo invita a recorrer sus calles peatonalizadas.
 
 
 
 
Las actividades profesionales tradicionales están a la vista constantemente con hombres que convierten las adoquinadas calles en eras para secar el arroz y donde los comercios sacan la mayoría de su género expuesta fuera del mismo para su venta. El tráfico motorizado se reduce a lo más mínimo y cuyo silencio de las calles apenas es interrumpido por el tris-tras de la tijera de algún peluquero o de alguna maquina de tejer.
Si media hora de paseo es lo máximo que pueda ocupar al viajero en esta tranquila localidad en su zona urbana, el resto no le desencantará en absoluto.
 
 
 
Toda la zona agrícola que lo rodea es todo un ejemplo de sostenibilidad, aprovechamiento hídrico y de limitación en el uso de pesticidas. Los campos con cosecha de patatas se alternan según la temporada del año con los de arroz, todo ello en bancales. El paseo por esos caminos rurales me trasladó a mi infancia, en esa lejana época donde los niños pasábamos nuestra hora de esparcimiento y juego entre acequias y huertos de patatas. Su sistema de regadío es tan similar al que nos dejaron los árabes en Valencia que era inevitable tal evocación.
 
Y la guinda de Shanku no puede ser otra que el Templo Bajrayogini. Este templo se encuentra en una colina a 2,5 kilómetros del centro. Aunque en subida, de principio es una suave caminata que empieza en un sendero y que termina en unas anchas escaleras que van a dar al templo donde apenas se cruza uno con algún peregrino en el ascenso hacia el recinto.  El complejo religioso de basa principalmente en un templo de tres niveles dedicado al Dios Bajrayogini cuyo interior queda la deidad sentada en un brillante y ornamentado vestido rojo.
Antes de acceder al interior, obviamente descalzo, es uno invitado a comprar una pequeña ofrenda con un plátano, flores y sándalo que se paga con 50 rupias a dos mujeres en un lado de la puerta.
 
 
Como cualquier otro lugar de culto, el respeto es la actitud que corresponde. Fuera hay también nueve cuevas cavadas sobre roca maciza usadas también en ceremonias religiosas. El elemento más común que más se hace presente en este templo budista e hinduista no es ni las campanas, ni los monjes ni el olor a sándalo, sino los omnipresentes y traviesos monos que aparecen súbitamente por todos los rincones del complejo religioso y que están muy al tanto de cualquier descuido para ver que delicia puede obtener de la mochila.
 
No se puede finalizar la visita a Sankhu sin probar alguna comida local. Para ello el lugar y creo que el único restaurante que vi es el Newa Bamboo Cotagge.
Un oasis culinario para degustar la gastronomía  newari. Aunque degustar no parece la palabra más ajustada en este caso.
El plato estrella es el Newarikhaia set que puede ser en tres variedades, búfalo, pollo o verduras. El elegido consistió en un plato con una combinación de  cacahuetes, trozos muy duros de carne de búfalo, algo muy parecido a copos de avena, verduras y una sopa que picaba como un demonio donde seguro que cualquier mexicano saldría corriendo como una bala.
No se puede decir que saliera muy satisfecho y saciado, pero si fue muy productiva la charla que tuve con el dueño del local donde me explicó muchas cosas de la cultura newari y de Sankhu.

En definitiva, aquellos viajeros que anden por Katmandú, «rebeldes» de las guías de viaje populares, que sean poco «lonelyplaneteros» y que deseen vivir autenticidad, en Shankhu encontrarán todos los ingredientes para ello…

 

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