
Una travesía fluvial con el Paddle Steamer Rocket no es un viaje cualquiera. Es un viaje por la entrañas del país de agua.
Barishal. Bangladés Marzo 2014
Muchas veces me reitero cuando me preguntan sobre qué país me ha gustado más. Bangladés está siempre en mi top 5 de mis viajes por este mundo. Y cada vez que no lo veo incluido como destino para visitar cada vez que empieza un año por las revistas de viajes conocidas, más me alegro pues continuará con su encanto fuera de los circuitos del turismo masivo.
Esta vez os voy a hablar del Paddle Steamer Rocket. Prefiero dejarlo escrito en inglés porque es así como se le conoce, pero básicamente se trata de un barco originalmente de vapor que transmite su movimiento a una rueda de paletas que lleva funcionando por Bangladés más de 100 años. Hoy en día funciona con un motor diesel pero os recordará a los que circulan por el Mississippi.

Dejo claro que no es un barco ni crucero turístico. Si estáis interesado en viajar tenéis la opción cara de una agencia llamada Nijoom que veréis si buscáis un poco por la red, y otra mucho más barata una vez lleguéis a Dhaka que es la que yo hice. En la oficinas de la BIWTC (Bangladesh Inland Waterway Transport Corporation Office) situadas en el barrio de Motijheel podréis obtener el billete. Una vez allí el señor que lo gestionaba tenía un gran libro donde apuntaba las reservas. No recuerdo el precio pero la diferencia fue muy considerable con respecto a la agencia que os menciono. Para el día que yo quería me dijo que no tenía lugares. Si recuerdo sin embargo que le ofrecí 300 takas más (3€) y de repente ya había lugar para mí en ese día. Muchas veces y no me malentendáis, hay que ir de «mafiosillo». La burocracia se acelera o se resuelve con dinero, en Bangladés y en mil sitios más.

Os comento que hay primera, segunda clase, y clase para viajar en la cubierta. La diferencia es dormir en el suelo en cualquier sitio de la cubierta o dormir en un camarote de primera o de segunda. Entre estas últimas varía por el mobiliario mas moderno, las sábanas y la cercanía a la proa. En mi caso me acomodé en la primera clase para tomarlo en Morelganj pues iba a viajar por esa zona sur del país con el objetivo de llegar a Dhaka en el Paddle Steamer Rocket.

Una semana después de recorrer Mongla, Bagerhat, Khulna y Jessore por carretera que aprovecho para animaros a también que visitéis, ya estaba en Morelganj. La sala de espera del embarcadero o ghats como allí se les conoce. Era un lúgubre recinto de planchas de hierro donde la gente esperaba pacientemente la llegada del navío. Con un considerable retraso llegó y era momento de abordar con billete en mano y mochila en espalda. Muy ilusionado por cierto de esta nueva aventura fluvial.
Subí a la parte de arriba, donde había unos cuantos camarotes. No más de ocho y dejeé la mochila. Allí había dos camas estrechas equipadas com manta y sábanas, una lamparita en la pared, ventilador, un pequeño escritorio y una ventana con su cortina. Todo para mi sólo. Los baños y urinarios estaban fuera y eran compartidos. Todo normal hasta ese momento.

Un señor se encargaba de atender las necesidades de los viajeros de camarote y en su pasillo central había una mesa donde pagando 180 tk (casi 2€) te servía la cena. Consistía en hotchpotch que es un arroz meloso con aspecto amarillo con diferentes verduras y excesivamente especiado. También un chicken curry con un huevo frito junto a un platito con chiles picantes. De postre papaya. ¿Cubiertos? Mas bien viendo como lo hacía el comensal de enfrente, tocaba comer con las manos.
Mi vida en el camarote se limitó a la noche y a la cena.

El resto del tiempo fue en la cubierta y en la proa del navío. Fuera de la zona de camarotes, es donde se podía disfrutar de la actividad social y compartir con el resto de viajeros locales la verdadera experiencia y la esencia de la travesía. Para la clase de cubierta no había ni una triste silla. La gente iba hacinada por momentos por el suelo sobre una manta o esterilla. Algunos con cestas con gallinas y ocas medio sueltas atadas de una pata a su lado, junto con bolsas de ropa y diversas pertenencias, además de la comida que traían. Había una pequeña tienda a bordo para surtirse de chucherías, galletas, refrescos sin alcohol y chai al más estilo bangladesí.

A medida que el Paddle Steamer Rocket iba avanzando en su travesía se iba llenando más y más. En el suelo ya casí no había espacio. Además de viajeros comunes me llamó la atención la presencia de presos que escoltados por policías y con un grillete atados de una pierna a la barandilla de la cubierta, formaban parte del pasaje. Téngase en cuenta que allí un servidor era el único extranjero que viajaba y era el centro de las miradas. Pero en su lado positivo, muchos querían hablar conmigo y se interesaban por mi origen. Alli hablas con todo el mundo, hasta con el propio convicto que le invité incluso a una Cocacola.

También te podías topar con gente que vendía una fruta muy rara que no había visto antes. La corteza era muy dura. Me enteré que se llama limonia y en inglés wood apple. De manzana tenía poco, y de limón menos, pero parecía una pelota de madera por fuera y en su interior el aspecto de una calabaza.
Impresionado por el entorno tan variopinto, no dejaba de admirar los colores de los atuendos de las mujeres y niñas que viajaban. A pesar de las condiciones del viaje en ningún momento perdían su elegancia.

En la parte mas baja del barco se ubicaba la sala de máquinas donde se podía caminar si problemas. Si la temperatura del navío ya era alta, no os podeis imaginar la de esta sala. Fui un par de veces a curiosear el funcionamiento de los viejos motores, que por cierto se averiaron por más de dos horas a su llegada a Jalohati. Siempre me han llamado la atención estas reliquias tecnológicas. Ver las poleas y el sonido de las válvulas acompasado a un movimiento continuo era un espectáculo digno para entretenerse un rato.

Cada vez que el Paddle Steamer Rocket llegaba a una población, era todo un espectáculo asegurado. En cuanto atracaba, era un bullicio de gente similar a la primera hora del primer día de rebajas del Corte Inglés. Hubo momentos que la embarcación se llenaba bastante, y elegir un pedacito de suelo para acomodarse y pasar la noche era una prioridad. En bastantes paradas el tiempo se dilataba hasta media hora esperando que abordara la gente y por las operaciones de carga y descarga de mercancía.

También era interesante subirse en la proa solo accesible a los pasajeros de camarote y contemplar ambos lados de las riberas. Sobre todo por la mañana a la hora del amanecer por el rio Buriganga. En tramos donde el transcurso del río era más estrecho se hacía más entretenido por las barcas que navegaban alrededor y sobre todo en los accesos y aproximaciones a las muelles de las poblaciones donde se aproximaba para dejar y coger gente.
Cuando llegó la noche, creía que iba a dormir solo. Mas bien fue lo contrario. Si sois escrupulosos con la presencia de cucarachas, no es este vuestro lugar. Enormes es poco adjetivo para calificarlas. Salieron unas cuantas a darse un paseo y no quedó ahí la cosa. Vi algo que se movía por el suelo alrededor de una papelera. Si es cierto que también se había colado una salamandra de esas que comen mosquitos y que van a la luz, pero se me hacía raro verla en el suelo. Resultó ser una ratoncillo que andaba correteando. En fin, me lo tomé con filosofía, apagué la luz, me cubrí por completo con la sabana y me quedé dormido. Ojos que no ven…

Por la mañana me pedí un desayuno de café con alguna pastita, un zumo y quedé más que servido. Cuando me asomé de nuevo a la zona de cubierta mucha gente había desaparecido. Se había medio vaciado el barco de gente que se había ido quedando por el camino. Pero también me gustó pasear con menos agobio y sintiendo la brisa matinal que no venía nada mal.

A medida que el Paddle Steamer Rocket se iba acercándo a Dhaka , se veía en ambas riberas más actividad industrial y embarcaciones cercanas al Rocket. Muchas fábricas ladrilleras y altas chimeneas en cada lado iban dando paso a un Bangladesh menos natural y más deteriorado. De pronto se divisaba esa gran urbe, y la travesía con más de cuatro horas de retraso sobre el horario previsto iba tocando a su fín.

En cuando atracó, me volvieron a pedir el billete y abandoné con plena satisfacción el embarcadero por haber tenido la oportunidad de viajar en este legendario navío de la época colonial y compartir vivencias con aquellas gentes. Puede que muchas cosas que os haya contado en este post hayan cambiado en cinco años, o quizás no. Muchas veces tengo sensaciones encontradas de que me gusta que estos tradicionales medios de transportes se mantengan y que no pierdan su encanto. Pero sin lugar a dudas debe estar por encima el bienestar de la gente de este país para poder viajar con más dignidad. Bien se lo merecen.
Si sois aficionados a este tipo de viaje fluviales, os recomiendo fervientemente hacer esta travesía del Paddle Steamer Rocket. Sin duda esta experiencia no la debéis evitar en vuestro viaje a Bangladés. Hasta la siguiente aventura!
Si os gustó este post quizás os guste este otro sobre la travesía por el río Amazonas peruano.
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Hola Carlos. Nunca me había planteado Bangladesh como un país a visitar pero desde luego que pinta auténtica. Gracias por compartir tus experiencias.
Carlos, Carlos!!. Sin duda que quiero visitar ese país y, sin duda, que intentaré hacer esa travesía. Sé de tu pasión por los trenes, ahora también por los barcos de pasaje como el que nos muestras.
Me apasionan, también.
Me has hecho recuperar mis travesías, la última muy cerca o, relativamente, cerca: descenso por el río Irawady desde Katha a Mandalay. Pero hablemos del tuyo que pinta muy interesante, sobre todo por ese compartir diario con la vida local, al margen del ‘turismo invasor’.
Asco me da!!. Va a acabar con mi pasión viajera.
¡Que vivan los mochileros, y su mundo de aventura incómoda! ¡Viva la pasión del viaje independiente!.
Hubiera estado muy ‘satisfecho’ en ese trayecto.
Un abrazo, joven!!.