
Benín. Septiembre 2022
Ganvié es de los lugares que merece una reseña especial que sirva de inspiración para cualquier viajero que se dirija a Benín. Diría que es el punto más turístico del país. Me voy a negar a caer en el recurrido binomio de bautizarla con la Venecia de equis lugar. Me harta la escasa originalidad de otros blogueros y artículos de viaje para referirse a ese tipo de lugares donde vive gente rodeada de agua. Nunca he estado en Venecia. No digo que no vaya a ir alguna vez, aunque no es un destino de mi código viajero. Recuerdo otras »Venecias» como Xochimilco y Mexcaltitán (México), Belén (Perú), Aveiro (Portugal) y tantas otras. Es como recurrir a otros tópicos como »la perla» de tal país o »la ciudad de la eterna primavera» donde hay tropecientas mil con tal eterna estación anual.

Después de visitar lugares de Benín de más interés a los que priorizar para mi gusto, me dejé llevar por el consejo de dos de los más grandes viajeros que ha dado mi país: el catalán Carlos Useros y mi paisano Rubén Arnal que me sugirieron fervientemente visitar Ganvié. Y os diré también desde mi experiencia que es sin duda una vista obligada porque se experimenta de una manera auténtica el día a día y el modo de vida de la gente que se las tiene que arreglar para ir al colegio, a trabajar o a comprar usando una canoa como medio para hacerlo.
Puede que os sea familiar muchas escenas a las vividas en muchos pueblos del río Mekong en Vietnam pero con un estilo africano.

Lo primero que deberías hacer para visitar Ganvié es dirigiros a Abomey-Calavy. Estará como a una de hora en taxi-brousse desde Cotonou. Una vez lleguéis, se puede ir andando hasta el embarcadero o bien en moto-taxi en un breve trayecto. En seguida vuestra presencia generará una buena marea de guías para acompañaros en la travesía por el lago Nokoué hasta llegar a los poblados lacustres ¡Yobo! ¡Yobo! —hombre blanco— es lo que oiréis de sus bocas para llamaros la atención.

Ya dependerá de vuestro interés en ser guiados y, si es así, vuestro arte para negociar un precio aceptable para que os paseen en canoa por el lago de manera privada por los puntos de interés turístico, o bien como hice yo, subiros en una, como el que no quiere la cosa y, a ver a dónde os lleve.
Y así fue, esperé a que se llenara sin saber dónde iba, pero tenía la intuición de que me llevaría a algún poblado interesante a un precio de local. Mark, un chico que se sentó a mi lado de origen nigeriano, hablaba muy bien el inglés y me introdujo un poco más en la situación de cómo funcionaba la cosa. Mi conocimientos de francés está muy limitado más allá de pedir una cerveza fría o pedir precio por una habitación de hotel. Mis dos años de la EGB, cuando el idioma francés se estudiaba como lengua extranjera, ya quedaban muy lejos en mi prehistoria vital.

El trayecto al inicio parecía un tanto soso. No prometía ninguna novedad más allá de un paseo en canoa en lago abierto entre nenúfares y otras plantas acuáticas, enormes dragas mecánicas de succión y alguna casita de palafito. El cruce con otras canoas que regresaban de los poblados lacustres y el saludo correspondido de su gente hacía algo más entretenida la travesía.
Mark, el chico nigeriano, me dijo que la canoa terminaba su recorrido en el poblado de So-Zounko, y que a medida que se fuera aproximando al poblado, se vería más animada la cosa. El flujo de canoas aumentaba, muchas para dos personas, y por el número de casas de palafito daba más sensación de un núcleo urbano entre canales. Es sin duda donde más disfruté del paseo.

Al llegar al embarcadero, se apeó la gente y Mark se quedó hablando con el »patrón» de la canoa pública. Me trasladó su interés en continuarme con el paseo. Una vez allí, no tenía otra opción que aceptar, a no ser que quisiera cogerme otra canoa de vuelta sin poder ver Ganvié.

El señor subió a su hijo de unos de 7 años a la canoa al que se sumaron sus 4 amiguitos y me llevó de paseo por más localidades cuya vida por el lago Nokué no variaba mucho de lo que había visto. Eso sí, me complacía parando o aminorando la marcha en puntos que creía de interés como comercios flotantes, pescadores, alguna mezquita, iglesia adventista, y gente que saludada desde las ventana de las casas donde aprovechaba para echar alguna foto con discreción.

El paseo se me hizo muy agradable incluida la visita a su casa y bastante relajante después de pasar algunos días en la caótica Cotonou. Me enteré de que incluso hay humildes hospedajes para pasar la noche. Cosa que no experimenté, pero auguro que debe ser una bonita experiencia. El señor »patrón» me dejó en el embarcadero inicial y me pidió 8000 XOF (12 €). Le di un billete de 10.000 y le dije que se quedará con el cambio, pues considero que se portó bien el hombre. Me pareció justo el precio. Tras despedirme del señor y su hijo, vi como llegaba un coche fúnebre con un ataúd que colocaron en una canoa y junto a sus familiares apenados se irían a algún poblado del lago para su último final.

Desde ahí, con un agradable caminata de unos 20 minutos, os toparéis con la carretera RNIE2 donde podréis coger otro taxi-brousse de vuelta a Cotonou, o si lo deseáis, dirigiros a otros lugares del norte de Benín.
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Es toda una experiencia. Yo llegué también desde Cotonou hasta el embarcadero. Me acerqué en un pequeño bote y pasé una noche en Ganvié. Me identifico con tu descripción del paisaje lacustre. En un poblado vecino vi, por primera vez, un espectáculo (turístico, pero escalofriante) de vudú. Gracias, Carlos.